El pecado, sí bien ha sido tratamiento de la doctrina cristiana, y muy dentro de la linea histórica, ha sido visto como un elemento de reflexión intra-eclesial; también, ha sido visto desde el campo investigativo como un fenómeno muy discutido en el interior mismo de la reflexión teológica; podríamos, incluso, afirmar que lo que para el ambiente eclesial es una realidad de la cual nos debemos apartar, -a modo de un imperativo- para establecer una relación con Dios, para la teología es una realidad que debe ser interpelada por la revelación bíblica, por el sistema de creencias, por la praxis cristiana y sus distintas manifestaciones.
Así pues, podemos señalar, que no es una noción del pasado, tampoco una realidad arcaica y menos una afirmación categórica de verdad que sea imposible de cuestionar o indigna de un tratamiento reflexivo y sistemático; es más, podemos afirmar que toma nueva fuerza a la luz de las nuevas teologías, busca nuevos horizontes de comprensión, a la luz del desarrollo teórico-práctico de la teología moral y de modo evidente asume nuevas perspectivas que iluminan el quehacer teológico y por ende, la practica eclesial y sus vivencias.
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