Como podrá ser advertido rápidamente por una persona familiarizada con el vocablo, la palabra laboratorio puede ser entendida como un lugar donde se hacen trabajos científicos” A nuestro juicio, es así como creemos que la entienden las autoras y autores de las contribuciones que forman parte de este libro. Es decir, como un lugar en el cual sobresalen, entre otras muchas características, la presencia de científicos y científicas que ponen a prueba sus intuiciones mediante experimentos, ensayan hipótesis teóricas o experimentales, proponen miradas y lecturas de realidades tangibles e intangibles y, sobre todo, se arriesgan a plantear argumentos novedosos que lejos de ser verdades absolutas —a veces tan innecesarias para comprender lo que ocurre en un mundo tan diverso y saber desde dónde y cómo actuar—, tienen el estatus de ser argumentos que huelen a taller. Cuando decimos que un argumento tiene olor a taller, como la mayoría de los que usted podrá encontrar como lector o lectora en este libro.