La casa de los tucanes pretende reivindicar los espacios de la memoria en un país donde las masacres se han convertido en la forma más extrema de degradación de la violencia y en una herramienta de desprecio de los victimarios por la población civil. En Pueblo Triste, que podría ser cualquier pueblo colombiano, vive Angustias, una mujer perdida por los laberintos del Alzhéimer, que, al mismo tiempo, dialoga en silencio —a través de los fantasmas que pueblan su cabeza— con las heridas de los vecinos, seres que durante tres lustros han vivido suspendidos entre la vida, la culpa, la vejez y la muerte. Ese diálogo permite recrear, con la intervención de Carmen (una joven que llega al pueblo en busca de respuestas tras la pérdida de su madre y que se instala en la casa de los tucanes para cuidar la desmemoria de la dueña), la historia de una tierra devastada en la que cada uno de los actores sentirá una vergüenza que por mucho tiempo no ha querido enfrentar, y que traerá consecuencias imprevisibles al dejar al descubierto secretos silenciados por el miedo, el asedio y el terror.
La casa de los tucanes es una novela coral que pretende ser un memorial de agravios donde las “no víctimas” han de recordar lo vivido por aquellos que durante décadas han poblado los cementerios colombianos, porque lo no vivido por ellas les será trasmitido a través de la palabra, que es el único medio de reconstrucción de la dignidad.