Este conjunto de textos, en el que se incluyen relatos, estampas y cuentos, configura una propuesta literaria donde la voz de la narración tiene un papel preponderante y se instala como rasgo característico del autor. Y si bien afirmar lo anterior conduce a incluir bajo este mismo rasgo a buena parte de los escritores que pugnan por construir un universo ficcional, son destacables aquí el tono, el hilo de ironía que recorre las páginas, la cuidada sintaxis y la evidente elección del recurso del “giro de tuerca” para subvertir lo predecible y sorprender al lector. Este breve libro de Camilo Herrera es ofrenda y promesa: ofrece y entrega paisajes, ámbitos, personajes y una voz; promete ser uno de otros párrafos y páginas del ensayo que aventura el autor con la ficción de la vida y de la propia literatura, y ahí, al mejor modo de Montaigne, “hablar sin preocuparse de todo lo que se presenta ante su fantasía”. El ensayo como autobiografía en tanto esta es básicamente crítica, como, de nuevo, lo dice Piglia: “alguien escribe su vida cuando cree escribir sus lecturas”.